BUENOS AIRES

Miguel Sousa Tavares deu à estampa o seu primeiro romance, Equador, editado pela Oficina do Livro. Também nos aparece na TVI, às terças-feiras. nuns truculentos e incisivos comentários sobre o que passa. Ainda não li Equador, que fica, por agora, em lista de espera. Mas agrada-me a prosa de Sousa Tavares e aquele desassombro herdado do pai, que nunca nos deixa indiferentes. Com três dias de atraso, fui ler a sua última crónica, com o título A Cidade. É um bonito retrato de uma Buenos Aires recentemente visitada, eterna como a água e como o ar. A Buenos Aires em tanta circunstância cantada por Jorge Luis Borges, que aqui recordo.

Fundación mítica de Buenos Aires


¿Y fue por este río de sueñera y de barro
que las proas vinieron a fundarme la patria?
Irían a los tumbos los barquitos pintados
entre los camalotes de la corriente zaina.

Pensando bien la cosa, supondremos que el río
era azulejo entonces como oriundo del cielo
con su estrellita roja para marcar el sitio
en que ayunó Juan Díaz y los indios comieron.

Lo cierto es que mil hombres y otros mil arribaron
por un mar que tenía cinco lunas de anchura
y aún estaba poblado de sirenas y endriagos
y de piedras imanes que enloquecen la brújula.

Prendieron unos ranchos trémulos en la costa,
durmieron extrañados. Dicen que en el Riachuelo,
pero son embelecos fraguados en la Boca.
Fue una manzana entera y en mi barrio: en Palermo.

Una manzana entera pero en mitá del campo
expuesta a las auroras y lluvias y suestadas.
La manzana pareja que persiste en mi barrio:
Guatemala, Serrano, Paraguay y Gurruchaga.

Un almacén rosado como revés de naipe
brilló y en la trastienda conversaron un truco;
el almacén rosado floreció en un compadre,
ya patrón de la esquina, ya resentido y duro.

El primer organito salvaba el horizonte
con su achacoso porte, su habanera y su gringo.
El corralón seguro ya opinaba YRIGOYEN,
algún piano mandaba tangos de Saborido.

Una cigarrería sahumó como una rosa
el desierto. La tarde se había ahondado en ayeres,
los hombres compartieron un pasado ilusorio.
Sólo faltó una cosa: la vereda de enfrente.

A mí se me hace cuento que empezó Buenos Aires:
La juzgo tan eterna como el agua y como el aire.