«Somos poucos mas vale a pena construir cidades e morrer de pé.» Ruy Cinatti joaogoncalv@gmail.com
30.9.04
UMA CENOURA ...
CARMO SEABRA É DA FENPROF?
LER
29.9.04
FAHRENHEIT 150
28.9.04
O ASSALTO II
A VIDA MATERIAL
27.9.04
A CARAVANA
26.9.04
PORTAS BAIXAS
SÃO CARLOS: O IMPASSE
FRANÇOISE SAGAN
Desapareceu na passada sexta-feira a escritora Françoise Sagan. A sua abrupta erupção nas letras francesas fez-se em 1954, aos 19 anos, com o livro "Bom Dia Tristeza". O artigo "A elegância, o humor e a leveza", de Josyane Savigneau, a conhecida biógrafa de Marguerite Yourcenar, é uma bonita homenagem que o Le Monde presta a Sagan.
25.9.04
O LUGAR DO MORTO
O NOME DA ROSA
P.S: Gostava que esse pragmatismo não desviasse Sócrates do essencial. Por exemplo, Manuel Maria Carrilho deve continuar a ser uma séria hipótese vencedora para a Câmara Municipal de Lisboa. Outros putativos candidatos estão muito bem nos postos para que foram eleitos.
24.9.04
O ASSALTO
À PROCURA DE UM AUTOR
O PANTEÃO NACIONAL
23.9.04
LÁZARO
NOTÍCIAS DO CABARET DA COXA
Duas. Os pequenos homens do PSD/Porto, em cujo torpe firmamento brilha um tal Marco António, encartado "santanista", admoestaram Marcelo Rebelo de Sousa pelos "ataques" dominicais ao governo de que eles são simultaneamente guardiões e tapete. Outras criaturas intelectualmente mais sustentadas mas igualmente apreciadoras do género, também têm chamado a atenção - naturalmente a quem de "direito" - para a heresia marcelista. Quem será o primeiro a atrever-se a fazer um "pedido"?
Três. Ao receber a administração da GALP, Álvaro Barreto manifestou, como fez questão de salientar, "pessoalmente a opinião" que a refinaria de Matosinhos não devia fechar. Falta ouvir "a opinião" de Mexia e de Nobre Guedes, cujo recém deslumbramento pelo "verde" é, no mínimo, suspeito. Quanto à "opinião" de Santana Lopes, temos de esperar pela próxima, se Deus quiser. Afinal eles opinam ou governam?
LER OS OUTROS
O CÓDIGO DA PARÓQUIA
A soberba saloia de alguns "escritores" portugueses manifestou-se este fim-de-semana na revista Actual do Expresso. O jornal dedicou um mini-dossiê ao livro de Dan Brown, O Código Da Vinci (Bertrand Editora). Não faço ideia em que edição é que o livro já vai, porém registo que, pelo menos na praia, em cada grupo de, digamos, cinco pessoas que liam um livro, três seguramente estavam a ler a obra de Brown. Esta vulgaridade "incomoda" os nosso literatos "intimistas". A amabilidade de um amigo, entusiasmado com a sua leitura, fez-me ler, de empréstimo e em três ou quatro dias, o tão procurado tomo. Presumo que o seu sucesso, a nível mundial, terá a ver com a circunstãncia de o livro combinar uma trama policial com uma série de "referências" culturais e espirituais, umas mais fantasiosas do que outras, mas todas destinadas a desenvolver o chamado "guessing instinct" do leitor, algo de que falava o filósofo americano Charles Peirce. O livro vive dessa intensa cavalgada percorrida através de pequenos capítulos cujas linhas finais "obrigam" a que a avidez curiosa do leitor passe imediatamente para o seguinte, praticamente sem parar. Não há, por isso, qualquer "densidade psicológica" nos principais personagens, criaturas que Brown torna puros reféns da sua "história" e do seu "suspense". Pelo meio há momentos em que a coisa "empastela" um bocado, particularmente quando se anda em torno das decifrações dos "sinais" que vão sendo deixados pelo caminho. E, em certo sentido, as páginas finais não deixam de ser um tanto ou quanto decepcionantes. Nada disto,porém, justifica o desdém altivo que os "escritores portugueses", inquiridos pelo Expresso, revelaram. Num país em que os índices de leitura são o que são e a "literatura portuguesa" é o que é, a circunstância de milhares de pessoas lerem este livro é, à partida, positiva. A imensa vaidade destes nossos "intelectuais" impede-os de reconhecer uma simples evidência. A obra de Dan Brown é uma mera fantasia histórico-espiritualista e pictórica, quase um "livro policial", em muitos aspectos irónico e amusant, que se lê de um fôlego. Pouco me interessa saber se há pormenores verdadeiros ou mentirosos na trama, a partir do momento em que parto para aquela leitura com o simples propósito de me divertir e não necessariamente de me "cultivar". As mediocridades brilhantes que constituem grande parte do nosso "universo" dito literário, não compreendem isto. Vivem, como sempre viveram, sobre um outro código, o seu pequeno código da paróquia.
22.9.04
POPULISMO É...
QUEM DIRIA...
Le couple franco-allemand est plus nécessaire que jamais et moins suffisant que jamais. Il est irremplaçable. Ceux qui protestent quelquefois contre la coordination franco-allemande oublient quelles seraient les conséquences s'il n'y avait pas cette coordination. Nem Chirac nem Schroeder proferiram estas palavras e Zapatero, outro dia, já tinha dito que "a velha europa estava mais nova do que nunca". Pois bem. Este excerto, retirado ao Le Monde, pertence a uma entrevista com José Manuel Barroso, o futuro presidente da Comissão Europeia. Mais vale tarde do que nunca. Quem diria...
TEMPO NOVO?
RAMBO-CALMO
21.9.04
QUASE
20.9.04
A LAGARTIXA
A BANDEIRA
19.9.04
DE QUE É QUE ELES FALAM?
STEFAN ZWEIG NUMA OUTRA EUROPA
LA MONTÃNA DE LOS CAPUCHINOS
por Mario Vargas Llosa
Más todavía que desde la elevada fortaleza de Hohensalzburg, símbolo y asiento del poder de los Príncipes-arzobispos que durante siglos gobernaron Salzburgo, la armonía y la belleza de la ciudad barroca donde nació Mozart se aprecia mejor desde las laderas de la Kapuzinerberg, una elevación boscosa coronada por un convento de capuchinos construido en el siglo XVI que domina toda la ciudad antigua y las graciosas vueltas y revueltas del Salzach, el río que la atraviesa. La única vivienda que hay en ese bosque es un hermoso pabellón de caza, erigido por un arzobispo en el siglo XVII, que el escritor Stefan Zweig (1881-1942) compró en 1918 y donde vivió hasta febrero de 1934, los años más fecundos y exitosos de su vida literaria. No queda rastro de él en esa casa, salvo acaso el frondoso y aromado jardín, al que el verano ha llenado de flores y de avispas rumorosas. Sus actuales propietarios, dos hermanos, uno empresario y el otro pintor, no parecen saber gran cosa del ilustre hombre de letras al que en aquellos dieciséis años que pasó aquí venían a visitar grandes artistas e intelectuales de toda Europa. Aquella Salzburgo a la que vino a instalarse Stefan Zweig al terminar la primera guerra mundial era pequeñita y miserable –Austria quedó mutilada y arruinada en la contienda- y esta casa estaba llena de goteras, paredes sin pintar y cañerías agujereadas. Para resistir el frío, aquél escribía las biografías, los ensayos históricos y los relatos que devoraban los lectores de medio mundo, sepultado en su cama y con guantes de lana y un gorro de dormir embutido hasta las orejas. Desde la ciudad hasta aquí era preciso subir una escalera de cien peldaños que la nieve, en el invierno, convertía en un tobogán.Pero la belleza y la tranquilidad del lugar justificaban cualquier engorro y, además, atraían a las musas, porque los libros de Zweig de aquellos años –Amok, Carta de una desconocida, los dedicados a Hölderlin, Kleist y Nietzsche y Momentos estelares de la humanidad, entre otros- fueron tan re-editados y traducidos que hicieron de su autor un hombre muy próspero. Zweig aprovechó para invertir esos ingresos en su pasión de coleccionista y el antiguo pabellón de caza se llenó de manuscritos literarios, de partituras, de incunables y ediciones príncipe.En 1920, el director teatral Max Reinhardt y el poeta y dramaturgo Hugo von Hofmannsthal organizaron, en la plaza de la Catedral de Salzburgo, unas representaciones teatrales al aire libre que desde el primer momento tuvieron una gran acogida. Así nació el festival que, en pocos años, convertiría, según Zweig, a Salzburgo “en la capital artística no sólo de Europa, sino del mundo” a la que en el verano acudían “reyes y príncipes, millonarios americanos y estrellas de cine, amantes de la música, escritores y esnobs, a aplaudir aquellos extraordinarios espectáculos”. Ochenta y cuatro años más tarde, el Festival de Salzburgo, dedicado a Mozart, sigue siendo uno de los más prestigiosos y convierte, desde mediados de julio hasta el último día de agosto, a esta ciudad en un enclave civilizado donde la buena música, el buen teatro, excelentes exposiciones, las inquietudes culturales y la alegría parecen ocupar toda la vida. El festival tenía fama de conservador y de envarado en materias artísticas cuando lo dirigía Herbert von Karajan, pero su sucesor, Gérard Mortier, le inyectó un formidable aliento renovador y moderno que, en la actualidad, incluso los que fueron los más ruidosos críticos de su gestión, recuerdan con nostalgia. No ha bajado de categoría con la partida del director belga, pero sí ha perdido el aire juvenil y polémico que Mortier supo insuflarle sin por ello romper con su vocación clásica.El autor ausente...Salvo por un sendero extraviado entre pinares, que lleva su nombre, nada recuerda en Salzburgo a Stefan Sweig. En las guías no se lo menciona, o, apenas, a la carrera y de puntillas, y no hay placa alguna en la casa que habitó, como si la ciudad se sintiera incómoda con el recuerdo de aquel ilustre vecino que, entre 1918 y 1934, fue una de las mayores celebridades que Salzburgo exhibía a los ojos del mundo. ¿Por qué? Porque el autor de El mundo de ayer está íntimamente ligado a un pasado del que esta hermosa ciudad, del que este bellísimo país que es Austria, cuya prosperidad y civilizados modos de vida dejan envidiosos y admirados a los forasteros, se las ha arreglado para olvidar, abolir y reemplazar, como esos emperadores incas que subían al poder con una corte de historiadores cuya función era reconstruir la historia de manera que ésta alcanzara siempre su apogeo con el inca reinante.Desde la montaña de los capuchinos, además del río y la ciudad barroca de las cincuenta iglesias, se divisa una empalizada de piedra que hiende las nubes y cuyo nombre suena como un escalofrío: Berchtesgaden. En su remota cumbre está la casa que Martin Bormann le regaló a Hitler al cumplir éste medio siglo de vida y donde el Fuhrer acostumbraba pasar sus vacaciones. Desde las ventanas de su dormitorio, Stefan Zweig podía divisar aquel nido de águilas donde, en aquellos años, sin que el diligente polígrafo lo sospechara, el caudillo nazi estaba sentando las bases de la tragedia que acabaría con su obra, con su vida y con la de por lo menos veinte millones de europeos.Según confesión propia, los primeros años del nazismo, pese a haber transcurrido a las puertas mismas de Salzburgo, en la vecina Múnich, fueron para él nada más que unas mataperradas de palurdos iletrados que cruzaban la frontera alemana y organizaban marchas y mítines de cuatro gatos donde cantaban canciones patrióticas y vociferaban insultos antisemitas que los vecinos austriacos observaban desde lejos, como payasadas sin importancia. Zweig detestaba la política y, como no se metía con ella, tenía la ingenuidad de creer que ella tampoco se metería nunca con él. De pronto, descubrió que era judío. Lo descubrió en los ojos de su mejor amigo, un intelectual destacado, con el que conversaba, discutía, intercambiaba libros e ideas, y pasaba horas en las tabernas bebiendo sendos porrones de cerveza. El judaísmo debía ser algo muy vago y lejano para este austriaco laico, para este intelectual totalmente integrado a la cultura occidental, para este europeo al que la religión sólo interesaba como objeto de estudio o fuente de placeres estéticos. Y, sin embargo, un buen día, aquel amigo dejó de saludarlo en la calle y, peor todavía, le hizo saber que sólo podían continuar su amistad de manera clandestina, porque para un ario como él se había vuelto demasiado riesgoso frecuentar a un judío.La maldición de su vidaEl estupor de Stefan Zweig fue el mismo que, en esa ciudad prodigiosamente culta y creativa que era en aquellos años Viena, debió de sobrecoger a Karl Popper, a Sigmund Freud, a decenas de músicos, filósofos, economistas, artistas, escritores, arquitectos austriacos, integrados desde hacía generaciones al que creían su país, su sociedad, su cultura, que de la noche a la mañana dejaban de ser lo que eran y pasaban a ser parias, apestados, acosados, perseguidos. Es decir, judíos. Cuando cuatro policías austriacos se presentaron a la casa de la montaña de los capuchinos, en febrero de 1934, con una orden de registro porque se suponía que el propietario escondía armas para una conspiración subversiva, Stefan Zweig comprendió que había llegado la hora de partir. Empaquetó lo que pudo y, sin hacer saber a nadie que huía, escapó a Inglaterra, de donde luego seguiría huyendo, esta vez allende los mares, a Petrópolis, en Brasil, donde en 1942, luego de una tranquila velada en la que jugaron una partida de ajedrez, él y su joven esposa Lotte se suicidaron tomándose una fuerte dosis de Veronal.¿Lamentó en esos años del destierro, mientras veía derrumbarse a su alrededor toda aquella civilización europea refinada y tolerante, a la que había dedicado tantas alabanzas en las figuras que, según él, mejor la encarnaban, un Erasmo, un Montaigne, un Balzac, haber escrito el libreto para la ópera La mujer silenciosa, del proyecto Richard Strauss, niño mimado de los nazis, que se estrenó en Dresden bajo el Tercer Reich? Probablemente, no. Hasta el final, y pese a las atrocidades que vio a su alrededor y padeció en carne propia, Stefan Zweig creyó que cultura y política eran esferas independientes que no debían mezclarse, y que un escritor y un artista, para alcanzar la excelencia estética, debían mantenerse rigurosamente alejados de esa cosa mediocre, vulgar y sucia que es el quehacer político. El colaboró con el eximio compositor de Der Rosenkavalier que se dejó halagar y utilizar por los nazis, no porque compartiera sus criminales prejuicios y fanatismos, sino porque pensaba que era la única manera de preservar pequeños islotes de civilización y cultura en medio de la barbarie política reinante. El país que lo desconoció y expulsó ha hecho de esta ingenua convicción una exitosa filosofía. Cuando se piensa en el nazismo se piensa en Alemania, no en Austria, donde hubo tantos partidarios de Hitler como entre los propios alemanes. Sin embargo, jugando hábilmente la carta del neutralismo, y echando un velo de amnesia y silencio sobre ese pasado comprometedor, Austria ha prosperado, se ha democratizado, y aparece en la historia contemporánea como una de las víctimas más sufridas, y de ninguna manera una cómplice, de las hordas pardas. ¿Es sano o enfermizo pensar en estas cosas cuando se está en Salzburgo gozando de este hermoso día soleado y con una entrada en el bolsillo para oír esta noche en la Grosses Festspielhaus a la Filarmónica de Berlín, con sir Simon Rattle, interpretando las Variaciones de Schönberg y la Novena de Beethoven? Mejor aspirar la fragancia del aire purísimo, distraerse con la geometría de las abejas que evolucionan entre las flores y decirse, embelesado con el espectáculo del río, las torres, los campanarios, los palacios, los conventos, que esto es la felicidad y que aquí encontró inspiración un famoso polígrafo, que Salzburgo se merece a Mozart y Mozart a Salzburgo, y que Berchtesgaden no es más que un alpino pico a cuyos pies está el lago König, donde van a besarse todos los enamorados.
18.9.04
PEDRO E OS LOBOS (act.)
17.9.04
LER OS OUTROS
A TEMPORADA
MARIA CALLAS
Numa das biografias da Callas, Tito Gobbi, esse extraordinário barítono e amigo da cantora, contava que, para o fim, o seu medo da solidão era de tal ordem que Callas adiava o mais que podia o regresso a casa quando se encontravam. Qualquer pretexto servia. Bastava um gelado para continuarem a dar uma "voltinha". Maria Callas, cujo desaparecimento ocorreu a 16 de Setembro de 1977, constitui seguramente um dos maiores fenómenos musicais do século XX. Nada ficou na mesma no mundo operático depois da sua passagem. Com um timbre particular - os puristas dizem mesmo que nem sequer era "bonito" -, Callas ressuscitou papéis há muito esquecidos e difíceis de trabalhar, tornando essas versões incontornáveis. Até aos anos 60, altura em que a sua voz começou a seguir uma direcção imprevista, quaisquer gravações da Callas são amplamente recomendáveis. Com a diluição da figura do "grande intérprete" nas produções e nas encenações dos dias de hoje, é mais complicado perceber o que significava esta genialidade pura. Callas passou por cá uma única vez para cantar La Traviata no São Carlos, no tempo do cada vez mais saudoso José Figueiredo. Os últimos anos foram passados entre o recolhimento e uma patética tournée mundial com Di Stefano, em que ambos eram já uma pálida imagem do que haviam sido. Os comprimidos, esses falsos amigos, eram o resto da companhia. Em Paris, a 16 de Setembro de 1977, Maria Callas, numa súbita vertigem, entrava definitivamente na eternidade que a consagrou e puniu.
16.9.04
O LABIRINTO
15.9.04
SINAIS DE DECADÊNCIA (act.)
14.9.04
A MATERIAL GIRL
13.9.04
DESILUSÕES E RUÍNAS
12.9.04
LER OS OUTROS
FICÇÃO
11.9.04
BARCO DA MORAL & DOS BONS COSTUMES
Yet each man kills the thing he loves
By each let this be heard,
Some do it with a bitter look,
Some with a flattering word,
The coward does it with a kiss,
The brave man with a sword!
Some kill their love when they are young,
And some when they are old;
Some strangle with the hands of Lust,
Some with the hands of Gold:
The kindest use a knife, because
The dead so soon grow cold.
Some love too little, some too long,
Some sell, and others buy;
Some do the deed with many tears,
And some without a sigh:
For each man kills the thing he loves,
Yet each man does not die.
10.9.04
QUEM É QUE MANDA?
O ÓBVIO E O OBTUSO
9.9.04
AS ÁRVORES E A FLORESTA
AS TREVAS
8.9.04
LENI RIEFENSTAHL
"Passaram estes anos todos a perguntar-me se eu tinha sido namorada de Hitler.
7.9.04
A ÁGUA
P.S: Vem a propósito recordar o post JURISTAS que escrevi há umas semanas atrás. Está neste link.
A JARRA
6.9.04
UM LIVRO CONTRA A INDIFERENÇA
5.9.04
IMPROVISAÇÃO ORGANIZADA
4.9.04
WHO CARES?
3.9.04
CONTINUAR A LER OS OUTROS
2.9.04
LER OS OUTROS
O TÉDIO
E. M. Cioran, Précis de Décomposition