MADRID, 11 DE MARÇO DE 2004
REMORDIMIENTOS EN TRAJE DE NOCHE 
por José Luis Piquero
¿Qué estoy haciendo aquí, qué hacemos todos 
copa en mano, apurando el indolente 
pitillo de la fiesta, tan tranquilos 
y pasándolo bien, como si nada 
sucediese en el mundo, como si 
tuviésemos derecho y fuese lógico? 
Hagamos una pausa. Considero 
las desdichas del prójimo: una guerra 
remota, la sequía en las regiones 
del hemisferio sur, o una explosión 
en una calle atónita, rompiendo 
en mil pedazos cuerpos como el mío. 
Cosas que causan víctimas, monstruosos 
terremotos, miseria. Y no obstante, 
¿acáso es justo que la indiferencia 
sea cifra de culpabilidad? 
Sabemos que convierte en inocente 
a la víctima: haber sido la víctima, 
estar allí en el momento indicado, 
naciendo, paseando, siendo uno, 
como si no existiese una inocencia 
original, sino sólo complejos resortes 
del azar que repartiesen 
inocencias terribles. 
                                Es así 
que el condenado a muerte inspira alguna 
simpatía. Nos consta que, a su vez, 
es víctima, instrumento de un designio 
inescrutable, brazo de otros móviles. 
Y sobre todo, aquel a quien mató,       
qué fue sino uno más, otro culpable               
que cualquier circunstancia expuso un día 
a mortal inocencia. 
                               Por lo tanto 
la indefensión redime, y al fin somos 
cada uno de nosotros potenciales 
víctimas y posibles inocentes, 
y ser culpables sólo es un estado 
de probabilidad, como una espera. 
Y estamos aquí solos, con la carga 
de la culpable y frágil salvedad, 
sabiendo que pudimos ser los otros, 
nacer allí, pasar en ese instante, 
pero siendo nosotros y aliviados 
y pasándolo bien, que es lo más lógico. 
Empuñando la copa y el pitillo 
como imposible escudo contra el miedo. 
Monstruos Perfectos
 
Sem comentários:
Enviar um comentário